Afirmamos que Naciones
Unidas es una Organización indispensable para la salvación del mundo a pesar de
que estamos plenamente conscientes del poco éxito que ha tenido en todo el
tiempo de su existencia. No obstante, las instituciones deben ser evaluadas no
por el número de cosas "buenas" que pueden haber hecho, sino por el
cumplimiento o logro de su razón de ser. De hecho, cosas que objetivamente
pueden ser buenas institucionalmente, pueden llegar a ser consideradas sin
éxito y darnos la engañosa ilusión de que todo marcha bien.
Naciones Unidas fue creada
con un único propósito: detener lo que se temía era una racha irreversible de
conflictos bélicos como las dos grandes guerras en la primera mitad del siglo
XX. Se pensó que había que ponerse de acuerdo en un código de comportamiento
civilizado entre las naciones y crear una instancia judicial para dirimir
controversias sin tener que recurrir a guerras.
Se pensó también que además
de respetar el imperio del derecho en las relaciones internacionales, era
imprescindible desactivar una bomba de tiempo que más temprano que tarde podría
estallar en otra guerra mundial aun más sangrienta que las dos anteriores: el
hambre y la pobreza existentes ya hace 64 años. Éstas fueron las razones que
llevaron a la suscripción de la Carta de San Francisco y a la creación de las
Instituciones de Breton Woods, el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial, que, en verdad, en vez de propiciar la superación de la pobreza en el
mundo, han ayudado a profundizarla más.
Cabe notar que en el tiempo
de su creación, Naciones Unidas no tenía la conciencia de la cuestión ambiental
y de las graves amenazas que en el futuro iban a desafiar a todos los pueblos.
Buscaba con razón el Bien Común de todas las sociedades, que hoy, con la
conciencia que tenemos, debe ser enriquecido con el Bien Común de la Tierra y
de la Humanidad.
Analizada Naciones Unidas
desde estos dos objetivos esenciales, no podemos dejar de constatar que
lamentablemente no ha logrado sus propósitos. Esto se evidencia por el triste
hecho de que a una obligación tan importante como la declaración del Estado
Palestino sigue sin dársele cumplimiento y agresiones genocidas e invasiones,
como las actuales contra Irak y Afganistán, siguen matando centenares de miles
de personas, generalmente inocentes, con total y absoluta impunidad.
La inmensa mayoría de los
habitantes de la Tierra considera a Naciones Unidas como una institución
debilitada, inefectiva y hasta innecesaria. El país más poderoso de la Tierra,
poco preocupado con el futuro ecológico de la Madre Tierra, ha ayudado a
desmoralizar la Organización al no respectar sus decisiones y al comportarse
como su dueño y manipular a su antojo al Consejo de Seguridad.
No obstante, aun
reconociendo todas estas críticas como válidas, no dudamos en afirmar que la
solución no está en olvidarse de Naciones Unidas. Es nuestra Organización. Fue
creada en nombre de «nosotros los pueblos», y estos pueblos consideran abusivo
y antidemocrático el privilegio que algunos países poderosos se arrogan de
interponer vetos y así bloquear cuestiones fundamentales para el mundo.
Todo eso podemos y debemos
cambiarlo si queremos que Naciones Unidas esté al servicio de la Paz y de la
Vida, y que en ella se respete el principio de la igualdad soberana de todos
los Estados Miembros; sin privilegios de ninguna clase para ninguno; donde
decisiones que afectan a todos sean tomadas por todos y no sólo por el pequeño
grupo que detenta el privilegio injusto de poner veto; una Organización en la
cual todos sean igualmente obligados a abstenerse de cometer crímenes contra la
dignidad de la Madre Tierra y de la Humanidad o, de lo contrario, atenerse a
las consecuencias, independientemente de que sean o no sean parte de los
tratados o protocolos pertinentes. El no ser parte de un tratado no equivale a
tener una licencia para cometer el tipo de crímenes que el tratado pretende
evitar.
Para salvar a Naciones
Unidas hay que reflexionar un poco sobre cómo un desvío tan dramático de los
propósitos fundacionales pudo ocurrir. No se puede negar que a los poderosos no
les convenía tener una instancia más alta a la cual debieran someterse. En
razón de esto, no se creyó en el imperio de la ley en las relaciones
internacionales. Desgraciadamente la ley de la selva es decir, el derecho del
más fuerte- sigue dominando. Nos negamos a aceptar que algún país revindique
excepcionalidad. La Madre Tierra no conoce un «Destino Manifiesto», porque
todos los pueblos son sus hijos e hijas queridos, y todos, con igual dignidad y
derechos, habitan la misma Casa Común.
A lo largo de los años, en
la ONU se fueron introduciendo normas de procedimiento cuyo único objetivo fue
limitar el poder de la Asamblea General, centro neurálgico de todo el sistema
de Naciones Unidas, y reducir al presidente de la Asamblea General a una figura
meramente protocolaria, a pesar de que, según la Carta, es el más alto
funcionario de la Organización, con rango de jefe de Estado, y el Secretario
General es sólo el jefe de la inmensa burocracia, sometido muchas veces a
presiones insoportables por parte de los países pudientes.
Todo esto, sin embargo, se
puede cambiar. El poder de la Asamblea General, del Grupo de los 192, puede ser
rescatado y, en gran parte, lo fue durante el 63º período de sesiones. Este
rescate del poder de la Asamblea General, es decir, la democratización de la
ONU, es posible y debe continuar.
Para contribuir a este
rescate del poder de "nosotros los pueblos" dentro de Naciones Unidas
nos hemos propuesto trabajar en:
I. Una Declaración Universal
del Bien Común de la Tierra y de la Humanidad como documento esencial para la
reinvención de la ONU y que complemente la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. Somos conscientes de que el excesivo antropocentrismo,
codicia y egoísmo de la cultura dominante dificultará la adopción de dicha Declaración,
pero se logrará.
II. Una Carta de la
Organización a tono con las exigencias del siglo XXI ,que deberá garantizar
nuestra supervivencia promoviendo el Bien Común de la Tierra y de la Humanidad.
III. La creación de un
Tribunal de notables procedentes de las cinco regiones que integran Naciones
Unidas, para conocer acusaciones de crímenes contra el Bien Común de la Tierra
y de la Humanidad interpuestas por miembros de la Organización. Su
funcionamiento sería similar al de la actual Corte Internacional de Justicia,
con la diferencia de que las condenas no podrán ser ignoradas como hizo Estados
Unidos en el caso interpuesto por Nicaragua en su contra en La Haya.
En esta oportunidad
presentaremos únicamente nuestra propuesta de Declaración Universal. Posteriormente
presentaremos las otras dos.
I. Declaración Universal del
Bien Común de la Tierra y de la Humanidad
Preámbulo
CONSIDERANDO que Tierra y
Humanidad son parte de un vasto universo en evolución y que poseen el mismo
destino, amenazado de destrucción por la irresponsabilidad y por la falta de
cuidado de los seres humanos, y que la Tierra forma con la Humanidad una única
entidad, compleja y sagrada, como queda claro cuando se la ve desde el espacio
exterior, y que, además, la Tierra es viva y se comporta como un único sistema
autorregulado formado por componentes físicos, químicos, biológicos y humanos
que la hacen propicia a la producción y reproducción de la vida y que por esto
es nuestra Gran Madre y nuestro Hogar común. Tomando en cuenta que la Madre
Tierra es compuesta por el conjunto de los ecosistemas en los cuales generó una
multiplicidad magnífica de formas de vida, todas interdependientes y
complementarias, formando la gran comunidad de vida, y que existe un lazo de
parentesco entre todos los seres vivos porque todos son portadores del mismo
código genético de base que funda la unidad sagrada de la vida en sus múltiplas
formas y que, por lo tanto, la Humanidad es parte de la comunidad de vida y el
momento de conciencia y de inteligencia de la propia Tierra haciendo que el ser
humano, hombre y mujer, sea la misma Tierra que habla, piensa, siente, ama,
cuida y venera.
CONSIDERANDO que todos los
seres humanos con sus culturas, lenguas, tradiciones, religiones, artes y
visiones de mundo constituyen la única familia de hermanos y hermanas con igual
dignidad e iguales derechos, y que la Madre Tierra providenció todo lo que
necesitamos para vivir y que la vida natural y humana depende de una biosfera
saludable, con todos los ecosistemas sostenibles, con agua, bosques, animales e
incontables microorganismos preservados, y, además, que el que creciente
calentamiento planetario puede poner en riesgo la vitalidad y la integridad del
sistema Tierra y que graves devastaciones pueden ocurrir afectando millones y
millones de personas y eventualmente inviabilizar la supervivencia de toda la
especie humana.
RECORDANDO que hay que
renovar y articular orgánicamente el contrato natural con el contrato social
que ganó un rol de exclusividad y que propició el antropocentrismo e instauró
estrategias de apropiación y dominación de la naturaleza y de la Madre Tierra,
ya que el modo de producción vigente en los últimos siglos y actualmente
globalizado no ha conseguido atender a las demandas vitales de los pueblos, generando
por el contrario un foso profundo entre ricos y pobres.
CONSIDERANDO, finalmente,
que la conciencia de la gravedad de la situación crítica de la Tierra y de la
Humanidad hace imprescindibles cambios en las mentes y en los corazones y que
se forje una coalición de fuerzas al rededor de valores comunes y principios
inspiradores que sirvan de fundamento ético y de estimulo para prácticas que
busquen un modo sostenible de vivir. Las personas, las instituciones, los
líderes políticos, las ONGs, las religiones y iglesias que subscriben esta
Declaración ven la urgencia de que se proclame la presente DECLARACIÓN
UNIVERSAL DEL BIEN COMÚN DE LA TIERRA Y DE LA HUMANIDAD cuyos ideales y
criterios deben orientar los pueblos, las naciones y todos los ciudadanos en
sus prácticas colectivas, comunitarias y personales y en los procesos
educativos para que el Bien Común sea progresivamente reconocido, respetado,
observado, asumido y promovido universalmente en vista del bien vivir de cada
uno y de todos los habitantes de ese pequeño planeta azul-blanco, nuestro Hogar
Común.
Artículo 1
El Bien Común supremo y
universal, condición para todos los demás bienes, es la misma Tierra que, por
ser nuestra Gran Madre, debe ser amada, cuidada, regenerada y venerada como a
nuestras madres.
I. El Bien Común de la
Tierra y de la Humanidad pide que entendamos la Tierra como viva y sujeto de
dignidad. No puede ser apropiada de forma individual por nadie, ni hecha
mercancía, ni sufrir agresión sistemática por ningún modo de producción.
Pertenece comunitariamente a todos los que la habitan y al conjunto de los
ecosistemas.
II. El Bien Común de la
Madre Tierra y de la Humanidad exige proteger y restaurar la integridad de los
ecosistemas, con especial preocupación por la diversidad biológica y por todos
los procesos naturales que sustentan la vida.
III. El Bien Común de la
Madre Tierra y de la Humanidad es fortalecido cuando todos los seres son vistos
como interconectados y con valor intrínseco, independientemente de su uso
humano.
Artículo 2
Para asegurar el Bien Común
de la Madre Tierra y de la Humanidad es necesario reducir, reutilizar y
reciclar materiales usados en la producción y en consumo, garantizar que los
residuos puedan ser asimilados por los sistemas ecológicos y buscar el bien
vivir a partir de la sostenibilidad de los ecosistemas, en cooperación con los
otros y en armonía con los ritmos de la naturaleza.
I. El Bien Común de la
Tierra y de la Humanidad resulta de la utilización sostenible de los bienes
renovables como agua, suelos, productos forestales y vida marina, de forma que
puedan ser repuestos y garantizados para las actuales y las futuras
generaciones.
II. El manejo de los bienes
no-renovables, como minerales y combustibles fósiles, debe ser realizado de tal
forma que disminuya su extinción y no dañe gravemente el Bien Común de la
Tierra y de la Humanidad.
Articulo 3
Adoptar padrones de
producción y consumo que garanticen la vitalidad y la integridad de la Madre
Tierra, la equidad social en la Humanidad, el consumo responsable y solidario y
el bien vivir comunitario.
I. El Bien Común de la Madre
Tierra y de la Humanidad requiere la utilización sostenible de las energías
disponibles, privilegiando las matrices renovables y otras fuentes alternativas
como la energía del sol, del viento, de las mareas y la agro-energía.
II. El Bien Común de la
Madre Tierra y de la Humanidad es potenciado cuando se disminuye al máximo la
polución de cualquier parte del ambiente, de forma que se evite los efectos
perversos del calentamiento planetario y no se permita el aumento de
substancias radioactivas, tóxicas y de otras substancias químicas peligrosas.
III. El Bien Común de la
Madre Tierra y de la Humanidad no es compatible con la existencia de armas
nucleares, biológicas y químicas y otras armas de destrucción masiva, que deben
ser eliminadas totalmente
Artículo 4
La biosfera es un Bien Común
de la Tierra y de la Humanidad y es patrimonio compartido por todas las formas
de vida, de la cual los seres humanos son tutores.
Artículo 5
Pertenecen al Bien Común de
la Madre Tierra y de la Humanidad los recursos naturales, como el aire, los
suelos, la fertilidad, la flora, la fauna, los genes, los microorganismos y las
muestras representativas de los ecosistemas naturales y el espacio exterior.
I. El agua pertenece al Bien
Común de la Tierra y de la Humanidad porque es un bien natural, común, vital e
insustituible para todos los seres vivos, especialmente para los humanos que
tienen derecho a su acceso, independientemente de los costos de su captación,
reserva, purificación y distribución, que serán asumidos por el poder público y
por la sociedad.
II. Los océanos son un Bien
Común de la Madre Tierra y de la Humanidad porque constituyen los grandes
repositorios de vida, los reguladores de los climas y de la base física y
química de la Tierra.
III. Los bosques pertenecen
al Bien Común de la Madre Tierra y de la Humanidad, contienen la mayor
biodiversidad del planeta, la humedad necesaria para el régimen de lluvias y
son los grandes secuestradores de dióxido de carbono.
IV. Los climas pertenecen al
Bien Común de la Madre Tierra y de la Humanidad porque son la condición
esencial de la manutención de la vida y los cambios climáticos deben ser
tratados globalmente y con una responsabilidad compartida.
Artículo 6
Pertenecen al Bien Común de
la Humanidad y de la Tierra los alimentos en su diversidad y los recursos
genéticos filogenéticos necesarios para su producción, sobre los cuales está
prohibido todo tipo de especulación mercantil.
Artículo 7
Son Bienes Públicos de la
Humanidad las energías necesarias a la vida, la salud y la educación, los
medios de comunicación, la Internet, los correos y los transportes colectivos.
Las medicinas producidas por laboratorios privados, después de cinco años pasan
a pertenecer al Bien Común de la Humanidad y en emergencias pueden ser hechas
inmediatamente públicas.
Artículo 8
Las actividades petroleras y
mineras y los agro-carburantes deben estar sometidos a un control estatal y
social en razón de los efectos dañinos que pueden tener sobre el Bien Común de
la Humanidad y de la Madre Tierra.
Artículo 9
El gran Bien Común de la
Tierra y de la Humanidad son los seres humanos, hombres y mujeres, portadores
de dignidad, conciencia, inteligencia, amor, solidaridad y responsabilidad.
I. Hay que afirmar la
dignidad inherente de todos los seres humanos y su potencial intelectual,
artístico, ético e espiritual.
II. La misión de los seres
humanos es cuidar y proteger la Tierra y la Humanidad como herencias recibidas
del universo.
III. Las comunidades, en
todos los niveles, tienen la obligación de garantizar la realización de los
derechos y de las libertades fundamentales, creando las condiciones para que
cada persona realice su pleno potencial y aporte al Bien Común de la Madre
Tierra y de la Humanidad.
Artículo 10
Pertenece al Bien Común de
la Tierra y de la Humanidad todos los saberes, artes y técnicas acumuladas a lo
largo de la historia.
I. El Bien Común de la
Tierra y de la Humanidad requiere reconocer y conservar los saberes
tradicionales y la sabiduría espiritual de todas las culturas que contribuyen a
cuidar de la Tierra, a desarrollar el potencial de la Humanidad y a favorecer
el Bien Común.
II. El Bien Común de la
Humanidad pide ayudar con recursos financieros, técnicos, sociales e
intelectuales a los pueblos pobres y vulnerables, para que alcancen un modo de
vivir sostenible y colaboren con el Bien Común.
III. El Bien Común de la
Madre Tierra y de la Humanidad exige la erradicación de la pobreza como un
imperativo humanitario, ético, social, ambiental y espiritual.
IV. La justicia social y
ecológica no pueden ser disociadas porque ambas sirven al Bien Común de la
Tierra y de la Humanidad.
V. Pertenece al Bien Común
de la Tierra y de la Humanidad la equidad de género, la superación de todo tipo
de discriminación, la protección de los niños y niñas contra toda violencia y
la seguridad social de todos aquellos que no pueden mantenerse por su propia
cuenta.
Artículo 11
Pertenecen al Bien Común de
la Tierra y de la Humanidad todas las formas de gobierno que respetan los
derechos de cada ser humano y de la Madre Tierra y propician la participación
activa e inclusiva de los ciudadanos en la toma de decisiones, favorecen el
acceso irrestricto a la justicia y cuidan del entorno ecológico.
Artículo 12
El Bien Común de la Tierra y
de la Humanidad demanda que se protejan las reservas naturales, incluyendo
tierras salvajes y áreas marinas, los sistemas de sustento de la vida en la
Tierra, las semillas, la biodiversidad, y se rescaten especies amenazadas y
ecosistemas devastados.
I. Controlar la introducción
de especies exógenas y someter rigurosamente al principio de prevención a todos
los organismos genéticamente modificados para que no causen daños a las
especies nativas y a la salud de la Madre Tierra y de la Humanidad.
II. Garantizar que los
conocimientos de los varios campos del saber que son de vital importancia para
el Bien Común de la Tierra y de la Humanidad sean considerados de dominio público.
III. Es vedado patentar
recursos genéticos fundamentales para la alimentación y la agricultura y los
descubrimientos técnicos patentados deben guardar siempre su destinación
social.
Artículo 13
Pertenecen al Bien Común de
la Humanidad y de la Madre Tierra la multiplicidad de las culturas y de las
lenguas, los diferentes pueblos, los monumentos, las artes, la música, las
ciencias, las técnicas, las filosofías, la sabiduría popular, las tradiciones
éticas, los caminos espirituales y las religiones.
Artículo 14
Pertenece al Bien Común de
la Tierra viva y de la Humanidad la hospitalidad por la cual acogemos y somos
acogidos unos a otros, como habitantes del mismo Hogar común, la Tierra.
Artículo 15
Pertenece al Bien Común de
la Humanidad y de la Madre Tierra la socialidad y la convivencia pacífica con
todos los con los seres humanos y con los seres de la naturaleza porque todos
somos hijos y hijas de la Madre Tierra y somos corresponsables por el mismo
destino común.
Artículo 16
Pertenece al Bien Común de
la Humanidad la tolerancia que acoge las diferencias como expresiones de la
riqueza de la única naturaleza humana y que no permite que tales diferencias
sean consideradas como desigualdades.
Artículo 17
Pertenece al Bien Común de
la Humanidad la comensalidad que expresa el sueño ancestral de todos los
pueblos de sentarse juntos, como hermanos y hermanas de la misma familia,
alrededor de la mesa, comiendo y bebiendo alegremente de los frutos de la
generosidad de la Madre Tierra.
Artículo 18
Pertenece al Bien Común de
la Humanidad la compasión por todos los que sufren en la naturaleza y en la
sociedad, aliviando sus padecimientos y impidiendo todo tipo de crueldad a los
animales.
Artículo 19
Pertenecen al Bien Común de
la Humanidad los principios éticos del respeto a cada ser, del cuidado de la
naturaleza y de la responsabilidad universal por la preservación de la
biodiversidad y por la continuidad del proyecto planetario humano y los
principios de cooperación y de la solidaridad de todos con todos partiendo de
los mas necesitados, para que todos sean incluidos en la misma Casa Común.
Artículo 20
Pertenece al Bien Común de
la Madre Tierra y de la Humanidad la permanente búsqueda de la paz que resulta
de la correcta relación consigo mismo, de todos con todos, con la naturaleza,
con la vida, con la sociedad nacional y internacional y con el gran Todo del
cual somos parte.
Artículo 21
Pertenece al Bien Común de
la Humanidad y de la Madre Tierra la convicción de que una Energía amorosa
subyace a todo el universo, sustenta a cada uno de los seres y puede ser
invocada, acogida y venerada.
Artículo 22
Todos estos ideales y
criterios del Bien Común de la Madre Tierra y de la Humanidad prolongan y
refuerzan los derechos humanos contenidos en la Declaración de los Derechos del
Hombre proclamada en 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea de la ONU, que
será ahora enriquecida con los derechos de la Madre Tierra y de la Humanidad.
(Elaboración de Miguel
d'Escoto Brockmann, ex-Presidente de la Asamblea de la ONU 2008-2009 y Leonardo
Boff, profesor emérito de ética de la Universidad de Río de Janeiro)