"A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota."
Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de Agnes Gonxha Bojaxhiu, conocida mundialmente como Madre Teresa de Calcuta, beatificada por el Papa Juan Pablo II por su labor humanitaria y altruista.
La Madre Teresa cambió la forma en que deben de verse a nuestros hermanos necesitados –ver en ellos el rostro de Cristo- y saber que cuando hacemos algo por esos que no tienen esperanzas estamos secando las lagrimas de Cristo en la Cruz.
Su amor fue permanente para los niños, pobres y enfermos, aislados por una sociedad violenta, apática y excluyente, y es precisamente este último elemento “exclusión” es el que crea los grandes problemas sociales que atraviesa nuestro mundo moderno. La Madre Teresa llevó esperanza a un país agobiado por la guerra y la desigualdad, cuestionada muchas veces porque para algunos su esfuerzo no valía la pena, pues no acabaría nunca con la pobreza, nunca perdió la valentía de cumplir con la misión que le había sido encomendada y así según sus propias palabras pudo ver a Cristo en cada rostro del que limpió el pesado polvo de la indiferencia.
¿Cuántas Madre Teresa necesita el mundo para acabar con tanta indiferencia? Pues serían muchas, quizá todo el mundo debería emularla, de modo que en los semáforos no habría niños con las manos gastadas de tanto limpiar autos bajo el sol, sin un futuro, sin esperanza, sin educación, sin juegos, sin amor, no habría más de un billón de personas con hambre y sed, no habría guerras, ni búsquedas de armas nucleares, no habría Imperios, ni odio, ni discriminación.
Pero el legado más grande que nos dejó es la perseverancia, aunque nos digan que una sola persona no puede cambiar el mundo, nosotros podemos hacer la diferencia, no seamos como el resto, un granito de arena se puede convertir en una playa completa, cuando las luchas son justas el ejercito es infinito y nunca cae, porque es Dios quien lo dirige.
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