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miércoles, 27 de enero de 2010

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER Y MI DERECHO A LEER BUENA POESÍA



Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, conocido mundialmente como Gustavo Adolfo Bécquer, nació en Sevilla, España en el año 1836 y murió en la Capital Española en 1870. Es uno de los más grande poetas españoles, sin embargo no gozó de fama inmediata, razón que obligó a este joven huérfano a trabajar de Periodista y Adaptador de Obras Teatrales.


En el periodo de 1861 a 1865, Bécquer alcanza a realizar, lo más trascendental de su legado, ya que escribió Leyendas, crónicas periodísticas, Cartas desde mi celda y Cartas literarias a una mujer, consolidando su calidad como poeta majestuoso.


Quizá la obra de mayor importancia que escribió Bécquer fue Rimas, que definió la naciente poesía romántica española, cuyos orígenes se remontan a Heine. A pesar de la genialidad expresada por Bécquer en sus poemas, los literatos aclamados de u tiempo, no recibieron con mucha emoción sus poemas, así que su prestigio como escritor sería aclamado de forma gradual hasta nuestros tiempos.


El 22 de septiembre del año 1870, parte de este mundo el gran Poeta, victima de una enfermedad hepática-respiratoria, ue fue agravada o provocada por la gran tristeza de haber perdido a su hermano Valeriano, uno de los grandes amores de su vida, su refugio de siempre, que la irse, dejó en el Poeta una razón para morir.


La poesía que nos legó Bécquer es Joven, Dramática y Existencialista, ingredientes de los grandes poetas, sin embargo le da su toque de originalidad al incluir un elemento propio como lo es su sublime ritmo melancólico al escribir, la descripción de paisajes a los que él mismo poeta te traslada, es una poesía que atrapa y nos muestra los sentimientos más profundos que siente un ser humano cuando ama, cuando tiene miedo, cuando piensa en la muerte, cuando piensa en la inmortalidad.


Quien no ha leído a Bécquer, tiene una razón para no morir, os dejo dos de las Rimas más preciosas del Gran Gustavo Adolfo Bécquer.


RIMA IV


No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.


Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!


Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!


Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!


Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!


LXI


Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentara?
Cuando la trémula mano
Tienda, próximo a expirar,
Buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?
Cuando la muerte vidríe
De mis ojos el cristal,
Mis párpados aun abiertos
¿quién los cerrará?
Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurara?
Cuando mis pálidos restos
Oprima la tierra ya,
Sobre la olvidada fosa
¿quién vendrá a llorar?
Quien en fin, al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar
De que pasé por el mundo,
¿quién se acordará?

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